Sentado a los pies de mi cama,
abro la ventana y miro al cielo,
un mar de estrellas iluminan la noche
como la luz de un faro al llegar a puerto un marinero.
Hay tanta luz en el cielo
y en él tantas estrellas
que algo se enciende en mi corazón,
es llama del amor que comienzo a sentir por ella.
Sigo su luz que me lleva hasta una playa,
caminando por la orilla, cae la madrugada,
mientras mis pies descalzos
se hunden levemente en la arena aun mojada,
donde juegan unas gaviotas
con la espuma de las olas de una mar en calma.
De repente, el agua me llega hasta las rodillas
y al retroceder, encuentro una caracola
que al tocarla se convierte en mujer
y como si fuera un cuento de hadas
me enamoro de ella por ser la más bella
de todas las mujeres y de todas las estrellas,
nos cojemos de la mano y nos adentramos en el mar,
y, mientras el agua va cubriendo nuestros cuerpos
nos empezamos a besar
y hacemos el amor con pasión y libertad,
a la luz de la Luna nos juramos lealtad
y unión para toda la eternidad.
Cierro los ojos y empiezo a llorar,
dando las gracias a Dios por haberte encontrado
y pidiéndole por favor
que no te apartase nunca de mi lado
pero, al abrir los ojos compruebo desolado
que no estoy en el mar sino en mi cama sentado,
mirando a las estrellas, volviendo a soñar
que me amas como antes, que me amas de verdad,
que me amas como yo te amo
y que no quiero despertar nunca
para podernos amar
y estar siempre juntos, toda la eternidad.
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